17 noviembre 2010

tengo las manos entumecidas. mi cerebro ha escapado lejos. se derritió en el asfalto como lava. sé que me lo merecía. estoy dolida. buscaré algún analgésico para que no sea tan fuerte esto. y no me salen las palabras. no estoy harta aún del mundo en que me rodea. no me voy a marginar aún en mi morada. aún no, aún tengo tiempo de exprimir mi mediocridad y repartirla con los demás. voy a escuchar a chopin e imaginarme que soy la tecla de un piano golpeada por unas yemas mágicas. me pongo un embudo en la oreja, y me meto música en el tímpano. odio a los bebés. cada día odio más a esos productos de procreación inútiles, esas máquinas de llanto que despellejan mi paciencia. estoy harta de ver a una mujer en la cola del médico con su bebé, alardeando de él, y mirándome para que tenga que sonreírle y decir ''qué mono, ¿qué años tiene?'' pues no. no y no. carezco de instinto maternal, y no solo. cuando era pequeña, tenía muñecas coleccionadas y las ahorcaba con un hilo, pasando el hilo detrás de la puerta, y estragulándolas, como en una representación teatral. mis amigas jugaban a las barbies y a los ken, pero yo me aburría, al no ser que hubiera escenas sexuales de por medio. a lo mejor estaban un poco locas, les decía yo, y siempre las invitaba a que me dejen sola.

1 comentario:

Anónimo dijo...

que vida mas miserable es la de la gente que nunca se vuelve loca, la gente sana es aburrida, say no more futuro de chile