ayer ví el océano atlántico y tuve ganas de ser una piedra plana cogida por alguien de la orilla y tirada al agua y seguida con la mirada mientras choca contra la superficie del agua se levanta y vuelve a chocar describiendo un movimiento parabólico hasta llegar lejos lejos y que las olas me levanten y me lleven a las orillas del otro lado del océano y que allá me espere el fin lanzando mil piedras al vacío y que me levante y me vuelva a tirar y que me pase la vida entera como un balón de voley rozando las manos de miles de fines y que acabe naufragando al final del fin en alguna isla de cocoteros que tengan por raíces escalones a la luna y por frutas naves espaciales y que vuele allá a la luna y me tire al mar por el tobogán de sus bostezos que cuelgan como caracoles de sus pestañas.

es domingo cuatro de enero, mi gata está sobre la mesa del ordenador, un libro de matemáticas abierto sobre el escritorio está llamándome a gritos, lanzando integrales que aplastan cualquier ruido de alrededor y que sortean cualquier obstáculo para llegar a mis oídos, me sabe el tiempo como el acero y me pesa el hoy como una columna de cemento que sostiene la noche sobre los párpados, ya casi se acaban las vacaciones y siento que voy a dejar de escribir en cualquier momento.