23 mayo 2019

la tristeza alivia porque tiene forma. puedes llorarla, gritarla, escupir su rostro; la depresión melancólica inocula cierta paz en la mente, y las rías rebosantes de tristeza del cerebro acaban desembocando en un delta con forma definida, bien localizada, y se puede palpar, maldecir, llorar: uno puede sumergirse en esa delta y dejarse llevar por el oleaje. la tristeza se llora hasta la extenuación; a veces el cuerpo está dolorido de tanto llanto, pero la mente está aliviada después. pero la depresión del vacío es la nada. te aplasta algo que no tienes, porque es el vacío: la paradoja del álgebra, ¿cómo la nada puede ocupar todo el espacio? ahora mismo, el vacío ha llenado cada partícula de mi ser. cierro los ojos y siento cómo me hundo en un abismo que no tiene ninguna forma, que es como un tubo amorfo que arranca cada órgano y me despoja de todo sentido. es un espacio sin nada, el infinito sideral. el vacío otra vez ha vuelto para quedarse. mi cuerpo está congelado y a veces tiene espasmos: las piernas se rebelan, los brazos se retuercen, la mandíbula desmenuza la desesperación. a veces lloro y me visualizo a mí misma cuando estuve viviendo en portugal hasta hace un mes y medio y quiero correr detrás de esa imagen y quedarme en ese entonces. quiero abrazar a mi yo de entonces y pedirle que me engulla, que me absorba por completo en ese momento, en ese espacio, en esa felicidad, en ese color del cielo, en el olor a océano. ahí estaba mi hogar, porque el hogar de cada uno es donde uno siente esa paz inexplicable. ahora estoy aquí, de nuevo en el mismo punto de partida, paralizada. el vacío...la nada, siempre la nada.