20 julio 2013

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Esta mañana, un pájaro se posó sobre mi balcón. 
Yo estaba sentada en la terraza, 
pensando sin saber bien en qué pensaba,
porque pensaba en tantas cosas que no sabía en qué.
El pájaro comenzó a hablarme,
y entonces, sólo veía al pájaro hablarme,
sólo escuchaba lo que el pájaro me decía,
y al escucharlo mi alma se llenó de paz.
Sin darme cuenta, empecé a llorar.

Lloraba porque el pájaro me hablaba
y comprendía sus palabras
que me hablaban de aquéllo que nadie supo hablar.
¿Será ese mismo pájaro
que me despierta cada mañana,
con su chillido en mi ventana?
Quizá quería decirme lo que me dijo,
y ahora, que ya lo escuché,
me mira posado sobre el hierro del balcón
y me invita a volar junto a él.

Y así decido, desplegar mis alas,
compañero de viaje, hermano de mi alma,
y volar junto a ti donde el viento nos lleve.
No necesito más compañía que tus palabras,
no necesito más cantos que tu aleteo,
me basta con sentirte a mi lado
para saber, al fin, que estoy viva.