29 mayo 2012

Dame un cigarro.

''Un clavo saca a otro clavo'', y si se trata de un pene grande, más aún. Sigo en una resaca de café, semen y música francesa de los años sesenta, en medio de un calor perturbador, quizás más aún que mis extremos cambios anímicos. Pero funciono así: del amor al odio hay un solo paso, y el olvido se instala con más facilidad con los besos de otro. Mi inspiración también me ayuda: flor de naranjo que me devuelve a la realidad, esta que me gusta mucho más que cualquier sueño patético del pasado. Fui una ilusa, y ahora me río de mí misma.

Estos antihistamínicos me provocan sueño, pero no me importa porque me he dado cuenta de que la tragedia en la cual creía vivir era una estupidez, una exageración, una cosa demasiado mundana, rutinaria, oxidada. Al fin y al cabo, aún tengo que madurar, y de momento puedo arrojar mi llanto y luego mis flujos vaginales en este otro chico. Tan pronto como amo, dejo de amar. Realmente, no creo en mí misma, y sé que aún vivo en una inestabilidad de hombres que van y vienen y se quedan en nada. ¿Alguien me va a creer ahora cuando diga que amo o dejo de amar? Ni yo misma. Cambios normales en mi ciclo vital, patología de cuervos insaciables. Sólo quiero sentirme bien, para eso debo alejar de mí las moscas hediondas que como cazadores de poca monta se camuflan detrás de una apariencia penosa.

Pero estoy bien, hace unos días me rajaba un poco las venas, me suicidaba un poco en ese blabla que ya forma parte de mí cuando cualquier idiota me engaña un poco disfrazando su banalidad de promesas ridículas, de telenovela barata. Sufría porque un tío cualquiera, a miles de kilómetros, me decía que se tiene que ir porque blablabla (ese cómico monólogo que la desesperación del momento se tragó). Creo que nunca me he sentido tan ridícula por sufrir por algo así. Es como llorar porque te quitas un grano de la cara, y de repente, te ves más guapa.


Pero hoy, al igual que ayer me mataban, me resucitan. "Ellos se lo pierden", me dice mi abuela. Que esta mi vanidad es un antídoto en el día a día, cuando de vez en cuando se arrodilla ante mí una pena, y entonces la aplasto, la piso y gozo como una masoquista viendo cómo se desangra entera. Hoy ya no necesito masturbarme con ningún sueño, introduzco ya un miembro cálido sin remordimiento y no me asusta lo rápido que ha pasado todo. Bueno, sí. Sí me asusta pensar que hace dos días moría y ahora sólo me río un poco de mi ya moribunda rabia. Puede que este también sea otro imbécil que mañana me engañe: no me importa, no me volveré a dejar engañar nunca más.

Soy un trapo emocionalmente hablando. Bueno, para estos casos mejor así: quizás mañana me enamore de una fregona y también le diga que eso fue demasiado especial, hasta creérmelo yo misma. Que la decepción poco a poco se va yendo de mi sangre y ya casi es un escombro el odio que sentí por el que creía que era mi ''amor''. Tal como me pasó con todos esos pobres crédulos, a todos amé y en realidad, no amé a ninguno. Por eso no pienso emplear ese término y me arrepiento de haberme mezclado en asuntos ridículos, haber permitido que lleguen a ese mi templo hombres de pobre espíritu e incultura moral abominable. 

No me importa. Me quedan quince días para largarme de aquí. Me siento bien porque pronto podré pasear mi trasero por esas tierras tan bellas. Mientras tanto, seguiré refugiándome en estos brazos que aún descansan a mi lado y que pronto manosearán estas amapolas turbias. No me preocuparé por nada, de momento, estoy bien así, pues ayer comenzó otro nuevo ciclo.

Dadme un cigarro, que me apetece fumar.