15 mayo 2012

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Aquí estoy, llorando de nuevo con el desconsuelo de un monstruo insaciable. Parece que han pasado años. Los segundos se eternizan en mi piel, y miro el reloj deseando que sea ya mañana. Tampoco sé para qué, supongo que ''el tiempo todo lo cura'' (frase que me repito una y otra vez mientras la lengua se desarticula de los músculos y se va hacia abajo para intentar asfixiarme). ¿Alguna noche mis deseos ganarán la lucha contra el instinto de supervivencia? No sé, la batalla la tengo ya perdida. Estas venas albergan ríos llenos de peces muertos. 

Tengo el corazón lleno de gusanos, pudriéndose en una regadera, esperando que crezcan pétalos sobre tu tumba y pueda verter todo el dolor que me dejaste al marcharte. Que eso sacie la sed de la tierra, que tan estéril será como este vientre que nunca tendrá la semilla del Amor en sí, ni estos pechos darán el alimento de la vida a nadie. Me quedé estéril, moribunda. ¡Qué importa! Qué te importa nada. Qué importa nada a nadie. Arranqué este útero ya yermo y lo incineré. ¡Todo fue un sueño! Lentamente mis ojos se abren al despertar agrio de la realidad. Mi madre me seca las lágrimas. Mis amigas me acarician el pelo mientras sollozo como una niña. Eso soy, una niña, una niña pequeña y estúpida que no quiere crecer. Abro los ojos y la luz me quema las retinas. ¿Fue eso un sueño? Entonces la realidad lo mató. No puedo arrancarlo de mi memoria, algún día volveré a soñar y lo encontraré. Quizás ya esté casado, amando a otra, meciendo su bebé en sus brazos. ¡Ah! Esa imagen es pólvora en mis ojos, dispara lágrimas de rabia, odio, podredumbre, impotencia. ¡Maldito! ¡Me abandonaste en medio de la nada, y ahora las presas me comen viva! Gracias, soy libre, he roto las cadenas con el mundo y me he encadenado a mi misma. Se está bien aquí, pero duele, dueles, ¡maldita vida! ¡Maldito destino! ¿Fue el mundo el que urdió nuestra perdición al interponer la Muerte entre los dos? ¿Fue este maldito mundo quien tejió tu perdición, mi desesperación de sal en heridas, el sufrimiento atroz? Calla, calla, que desvarío. Dejadme desvariar un poco, dejadme morir lentamente.

No. No tengo ya lástima hacia mí misma. Mira, brota un nuevo almendro. Ya esto se cierra, la cicatriz perenne se acomoda en mi corazón devorado por hienas. ¡Ah! ¡Otra vez vuelve! Como un caníbal, el llanto crece en mi interior, consumiéndome entera. Ah, me duele un poco: se ha comido fragmentos que caen en el suelo como baldosas. Ya, basta, basta.

Basta. 
Ya.

Ya.

Es mayo, pequeña soñadora- dice una voz de mi consciencia. Llama al señor P. Él te escuchará, y no te dejará, como todos esos perros infieles que te vendieron la vida y la muerte conjugada en una misma mentira: el amor, que no el Amor, que es demasiado puro para la vileza humana. Incluso nuestro Amor, arriba en otra esfera, no se contamina ni con mi llanto, ni con el sudor de tu cuerpo follándote a otra. Es demasiado puro - Nuestra pureza, el Amor, el que todo lo construye en un sueño y al día siguiente lo destruye al despertar. Él está ahí, me da la mano en estos momentos, cuando moribunda me hallo postrada en una cama. El Nuestro Amor me cuida y me protege en estos momentos cuando lloro sobre tu tumba. Acá está, me hundo en sus abrazos, me duermo lentamente. Me dice que te llore hasta olvidarte, que ella algún día te resucitará. Que allá estás, no sé muy bien donde, pero estás. El Amor, mi Amor, angustia perpetua en mi ser, vida de mí que se deshace en medio de una agonía horrible. Amor, Amor Nuestro, dale un beso en esos labios pálidos antes de dormir. Acaricia mi mano y luego acaricia su pelo como si fuera mi mano. Dile que lo amo, que me he muerto, pero ha sido un funeral sencillo: no hay vuelta atrás, ahora resucito lenta pero dolorosamente. Dile que aquí le espero, que aunque mis ojos se ensucien de tanta sed de llanto, estarás tú, Amor puro, secándome las lágrimas. Dile que le esperaré hasta que vuelva a morir nuevamente, y entonces, Amor, te mate también a ti.

Gracias, vida, por Ser...gracias, pájaros, por acompañarme en mis paseos vespertinos de abandono corporal. Gracias, puñal, por clavarte en mi costado. 

Gracias, Amor, por ser la Muerte.