05 abril 2012

Orgasmo.

¿Qué puedo hacer contra esta porquería llamada mundo? Que aún me duele cada ser. Esta porquería de acero. Como cuando chupas una pila. Una pila gastada. Dicen que esa es la manera de ver si está gastada: chupas un extremo y si te sabe tan ácida que se te cierran los ojos, es porque está gastada. Así veo el mundo. El fin de esta generación pasada. Rábanos podridos que echan sus raíces en material reciclable: nosotros. Óvulos fecundados en cópulas de instintos. Somos la generación perdida, el vómito de la historia. Muestras gratuitas de perfume en la tienda de B.B. Una entra a veces para echarse colonias, fingiendo que es un regalo, para así salir y dejar una huella kilométrica. ¿A qué viene todo esto? La religión es un aborto humano, que no la fe. Que al mirar la televisión me entran unas arcadas de embarazada, y yo qué sé lo que es estar embarazada, pero me figuro que serán unas náuseas bruscas, terribles, algo de lo que yo sentí esta mañana. Hagamos una antología de nuestras miserias, mira lo pobre que eres, mira lo pobre que somos: las fronteras las levanta el mundo, mi amor, no tú ni yo. No podemos romper las barreras de clichés, vuelos low-cost transatlánticos, costumbres locales, modales sociales, palabrerías de consumo y necesidades humanas. ¿Y a mí qué me importa ya nada de eso? Existimos uno en el otro. Que lo de fuera se erosione, que pasarán los años y nos gastaremos, pero esa semilla nuestra siempre existirá: yo en ti, tú en mí. ¿Quién coño me habla de nada patológico? Me meriendo los manuales de psiquiatría, trituro las definiciones y escupo en la arena. Un castillo crece: somos más que palabras. Nos amamos y lo demás, da igual. Pronto, no ahora, en un lejano ya, mi carne se hundirá sobre la tuya y la unión será eterna.

Creo que fumaré nuevamente: las células se deben alimentar con algo de tóxico, también. Esto es ridículo. Totalmente ridículo. Me sabe la boca como si hubiera chupado cien...pilas. Gastadas. Me acabo de asustar con el vaporizador instantáneo. Pero huele genial, flores, primavera, alegrías y huerto. Me imagino nuestros cráneos envueltos en pétalos. Tú, yo, el frutero, el panadero, el jefe de policía, todos con los cráneos desprendiendo aromas tan agradables de manera automática, programada. En vez de desprender tanta intoxicación con nuestros actos. Mmm...este cigarro me sabe muy fuerte. Me imagino que mis pulmones son como esas bombas radiactivas llamadas intercambio monetario, capitalismo, subida del euribor: contaminación, negrura entre los alvéolos, suciedad viscosa que se queda pegada al aliento y a la saliva. Puah.

Se supone que había dejado de fumar ya, en realidad, lo he dejado y he vuelto tantas veces que no me lo creo ni yo misma. A lo mejor estoy condenada a esta mierda, o esto es una mera excusa ante mi propia pereza y debilidad. Hoy día, mi sangre ha cambiado y se ha sustituido por ácido de batería. No me corroe, de otro modo sería otra la fórmula mágica para celebrar mi vuelta a mí misma, la toma del hábito olvidado, que en una esquina mojada y purulenta se estaba muriendo. Me he engañado a mí misma por esa necesidad ridícula de meterme en problemas, de compadecerme de mi piel envuelta en cicatrices, de rajarme las venas y pintarme los labios con mi propia sangre para luego salir a la calle y besar a cualquier crédulo que como yo se arroja a los brazos de la desesperación. Que me queda distante la carne que deseé anoche con dos copas de más, y que imaginé sobre la mía, pero luego todo quedó en una despedida formal, en ese deseo de penetración necesario para este trozo de mí aún humano, animal. No quiero engañarme más a mí misma con cuentos de películas ridículas de final feliz, que la realidad es otra, que no podré negarme más a mí misma ya, y eso de algún modo me hace libre. Eso que estaba durmiendo en mí, convirtiéndome en un ser ajeno a mí misma, despertó de alguna forma de golpe, la bestia ha vuelto nuevamente a mí, y me siento a gusto. Nos llevamos bien, ella me pide café, y yo a cambio le pido que no me maltrate el cuerpo, que las costillas me duelen un poco...me fumaré otro cigarro. Jugué incluso a las cartas con ella. Dice sentirse a gusto ahora. Y yo, también.

Es tan complicado sincerarse con uno mismo, de hecho anoche rompí mil espejos, de proyecciones de mí sobre trozos de papel mugriento que necesitaba para ser. Y ya sin ser y en ese Nos me vuelvo a quedar ciega, sin tacto, saboreando únicamente mi soledad, y siento un éxtasis parecido a una masturbación divina. Porque vuelvo a mis orígenes, a estas letras que escapan de las yemas de mis dedos como cohetes que no puedo controlar, mi único medicamento, mi anti-todo, el fármaco que cura mis males. Y soy feliz. Puedo decir que soy feliz.

Lula está en la cama; se resiste a dormir aún. Antes la envidié cuando corría con un palo entre los dientes, deseé ser ella, meter mi hocico en hormigueros y mear bajo un árbol sin preocupación alguna. Pero después metí sin querer mi pie derecho en barro, y al ver como se iba ensuciando la bota y como me hundía un poco, recordé que era humana, que en realidad lo que necesito es esto para volver a ser. Me tiro en el sofá y veo la MTV: embarazadas a los dieciséis. Las compadezco, pero tampoco sé por qué. Algunas parecen realmente ilusionadas por tener bebés. Bebés. Qué cosa más innecesaria. Como el lenguaje mismo. ¿Anti-humano? La libertad me folla cada noche ya, y me encanta.