03 abril 2012

No era necesario despertarme y darme cuenta de esto. Me estoy fumando un cigarro de marca barata, pero no me importa que este despertar sepa tan amargo. Leo las noticias y quiero llorar, pero no tiene sentido llorar cuando se forma parte de esta miseria, del estrés, la ansiedad, las exigencias del mundo, y el mundo en sí. Que podríamos no respirar más y seguro que abriríamos los ojos, quizás para vernos dentro de nosotros. Un pequeño horror salpica este cristal, no es el mío, esta no es mi cama, la perra se ha metido bajo las sábanas y la veo en la esquina del espejo. Este humo me ahoga, no entiendo esta porquería innecesaria, este engranaje de multinacionales que pulen la muerte de tantas personas día a día. De algo uno morirá algún día: esto es absurdo, quizás se desplome esta pared sobre mi cabeza ahora mismo, y aparezca mañana en un titular fugaz en la esquina del periódico, bajo otro titular de cien desalojados por la crisis. Que este pan que como hoy ha sido por el sudor de mis padres, que todo esto que vemos algún día desaparecerá, que me duele en el ser ver esta decadencia en todos lados: se sigue consumiendo, se sigue comprando a la par que...en tantos otros lugares, la demagogia ensucia nuestras mentes con propaganda de mierda. Las moscas revolotean alrededor, esta rutina es puta y no tiene ya ningún sentido gritar, ni retorcerse sobre uno mismo, y mucho menos saltar encima de los charcos que salpican este presente de hipocresía, corrupción, intereses. No importa: creo que lloverá, a ver si cae algo porque esta ciudad está demasiado contaminada, ha perdido su color y un morado tapa el cielo cada atardecer. De humo, asfixia humana, productos químicos y maquinaria necesaria para el progreso, pero el progreso nos lo hemos comido hace mucho para vomitar todos los días esta ridícula esperanza de un mundo mejor. Seré pragmática, me fumaré otro cigarro, aún no me he tomado el café tras no dormir más de cinco horas y a lo mejor eso merma mis capacidades. Hay que cuidar el entorno para la futura generación, qué coño, si ni siquiera esto es una generación sólida, es un cúmulo de carne en aglomeraciones cosmopolitas. Corremos para coger el tren, el metro llegará en tres minutos que se alargan a cuatro, y esa agonía de mirar escaparates y ver que los productos siguen comprándose y encareciéndose aún persigue a más de uno. No, definitivamente, no puedo hoy hacer picnic, en realidad ni siquiera tenía pensado hacerlo, porque estas nubes me aprisionan un poco más, siento el afuera agolpándose sobre mi piel, me encadena algo a esta metodología de ser y no ser. El amor, esas baratijas malgastadas, el altruismo y esa filantropía de panfletos mugrientos se aparece como un montón de luces en un árbol de navidad que me estrangula la vista, no necesito crecer más para darme cuenta de la realidad humana. Que hoy es otro día más, hay que ser fuerte, seguir la marea para no ahogarse en uno mismo, porque se hace necesario hasta esta queja, porque escupo sobre mi propia imagen en el espejo y todos los reflejos ajenos que me traen esta realidad. La misma realidad llena de matices, otras carnes que palpitan, pero una misma esencia: la miseria, esa puta miseria que se arrastra como una serpiente que se camufla en las palabras de los políticos, en nuestras esperanzas de cambio, en esas manifestaciones de débil fuerza, que esa serpiente me ha asfixiado, esa asfixia que tú y yo compartimos. Debo ser fuerte, sí, un año más y otros dos y uno se construye la vida. Pisamos sobre lagos infestados de falsas esperanzas, nos lavamos la cara en la misma ficción ilusoria todas las mañanas, pero eso nos satisface de algún modo: uno tiene que buscar alternativas para no morir, y cuando ya se está muerto, hay que proteger la misma tumba. No puedo ni quiero cerrar más los ojos, me he cansado de llorar tanta hipocresía, de mamar de esas ubres de mentiras que me he creído como todos los demás. La realidad es otra, la realidad es esto que veo y no quiero abrir más los ojos tampoco: un poco más y mis pupilas caerán rodando. Voy a coger mi guitarra y componer una canción, al menos alivio un poco mi sed que nunca se sacia. No, no me entristece el mundo, somos parte de él, la muerte todos los días se esparce sobre pantallas de televisión, pero eso es algo indiferente. Nos hemos bañado en tanta sangre ya, nuestra historia no tiene sorpresa alguna: me voy a fumar otro cigarro, qué coño, no podría pegarme un tiro, al menos hay que disfrutar de este espectáculo bochornoso del cual todos somos partícipes. ¿Alguien tiene fuego? Me da pereza levantarme, algo me ata de nuevo.