28 diciembre 2010

Hay que anular toda creencia, recuerdo o valor impuesto desde fuera, negarse a uno mismo, negando primero lo de fuera, o tomándolo como parte de sí, o como deformación del propio yo (aunque a la vez el yo puede ser un apéndice aberrante del mundo externo; en ese caso, hay que partir de la anulación de lo ajeno y concluir con el yo).

No creo que pueda recuperar jamás el gusto de ser humana. A lo mejor si los planetas se alinean de tal manera que formen un ángulo de noventa grados sobre mi cabeza, y derramen sin previo aviso sus dioses, mitos y farsas. Uno no puede estar del todo desprovisto de cualquier fe. Yo solo tengo fe en la nulidad de uno mismo, pero no como consecuencia final de unos actos ajenos que vayan minando poco a poco mi persona, sino como una lenta metamorfosis paralela al proceso de maduración independiente de factores externos. Una auto anulación como única meta de mi vida (qué triste que soy, otros se plantean cosas más realistas, como conseguir la máxima plenitud vital en todos los aspectos que lo abarcan; yo no puedo ser esa clase de afortunados, prefiero el gusto por lo utópico y destructivo).

Tengo una personalidad más bien camaleónica (lo cual no quiere decir que carezco de ella; tengo una única manera de ser que ha aprendido a mimetizar con su entorno). Entonces me convierto en un sujeto pasivo que observa su propia conducta con una estupefacción y a la vez un morbo infinitos. Por ejemplo. La otra vez, en una conversación banal, tuve ganas de interrumpir a todos, y decir ''Amigos, buscad la salvación: el fin del mundo se acerca". Pero no lo hice. Preferí sonreír por dentro y observar como avanzaba la discusión y yo me iba reprimiendo más y más las ganas de convertirme en un anticristo y mostrarlo ante los demás. Represión. Es mi única vía de escape. Si no estuviera ahí, estaríamos viviendo en una auténtica jungla.

Vivo en una sociedad en la cual ciertos comportamientos que desde mi punto de vista son totalmente normales, son para el resto auténticas aberraciones morales. Si esto se invirtiera (siendo completamente moral para los demás lo que ahora mismo lo está siendo para mí), nadie me juzgaría, viviría en plena armonía con mi entorno, y no tendría la necesidad de esconder, en ciertos momentos, mi instinto salvaje, impulsivo y anómalo. Pero entonces, perdería la disonancia con el ambiente, y correría el riesgo de sentirme más vacía aún (por eso de la identificación masiva).

Luego, la sociedad es la culpable de mi malestar.

Es mucho más sencillo culpar a otros de lo que yo soy. En el momento de mi procreación, se alinearon mal los astros, y no soy capaz de aceptarme, ni de aceptar que llevo una serie de características de las cuales nunca me libraré, sólo por el hecho de crecer en esta cultura, y por ser biológicamente como soy. ACÉPTATE, HUMANIDAD, ERES TAL COMO ERES.

En más de una ocasión, he deseado una destrucción de todo. Pero pensé en que somos tan sumamente insignificantes, que sería el mayor derroche de energía. Hay que esperar, mejor, que la propia naturaleza sucumba y cierre su ciclo. Un suicidio colectivo sería un gesto desesperante de pérdida de identidad (como casi todo lo colectivo). Mejor dejar que la vida se consuma de por sí sola o morir de la manera más noble posible, en la más pura soledad, adelantándose a la muerte de una forma prudente.


1 comentario:

Eu. dijo...

"tengo una única manera de ser..."-acesta este un lucru pe care toata lumea il iubeste la tine. Bine, poate nu toata lumea, dar persoanele care conteaza da. Ramai unica, speciala, nonconformista. Ramai tu.