29 diciembre 2010

15:57. Miedo.

Quisiera explotar de repente como una llama, incendiarme toda la carne. Sentir por un instante como sube el calor, el miedo hirviendo sobre mis mejillas. Olvidar quien soy, lo que soy. Pero no sé si soy alguien más que un ser ridículo entre otros cientos de miles de individuos ridículos. Somos una ilusión. El somos me calma por un momento. Quisiera ser algo extraordinario, sentirme útil. Tarea imposible. He estado demasiados años expuesta a una succión constante de inteligencia por parte de mis propias circunstancias. Ahora me toca descansar, reposar la mente. Enterrar la imaginación en un abismo insondable. Quemar la creatividad en una hoguera, junto a los demás ideales que procrean en mi cabeza a medida que voy creciendo. Estoy a rebosar de placenta en las neuronas. No quiero más génesis. De lo que sea. Me da igual. Quiero que mi descomposición discurra sin ningún incidente. Llenarme de ceniza, restos y uñas podridas. Y escamas de serpientes que escapen del paraíso.

Vivo solo por el miedo. Tengo miedo de la muerte, pero no sé por qué. Siempre creí que esa es la única salvación, el mesías que me librará de todo dolor. Ahora, el miedo cae de mis dedos, se infla en mi sien como una bola de aire a punto de explotar y llenarme de témpanos. Tengo frío y miedo.



16:11. Indefinido.

Presiento que enloquezco. Y a pesar de ello, es precisamente este pensamiento el que me libra de perder la razón. En realidad, quiero perder la razón. Es la razón la que me pierde y me ahoga en un estado de niebla, nervios, desesperación. ¡Desesperación! Empiezo a pensar que es el motor de mi vida. Desde que me levanto hasta que me acuesto, todo mi mundo se balancea en un vaivén de desesperación. El miedo me mata. [16:15. Miedo indefinido]