21 mayo 2010

La infinidad abarca mis pupilas.

Existir es una arcada. El suicidio es demasiado dulce, me gusta más lo amargo, la vida. Vivo por arrastrarme entre mis ruinas, me gusta sentirme corroída por mí misma, sentir el olor nauseabundo a yo erosionando mis fosas nasales. Amar es un error, una mentira. Hay que promover el odio hacia uno mismo y la indiferencia hacia el mundo. No sentir más que se ha de estar solo, y esperar ese instante en el cual el asco rodee tus carnes y no haya nada más allá.

Un fusil enciende mi mirada. Vivo en una dicotomía extrema, ella soy yo, pero yo soy ella, y no sé quién es ella, tal vez un simple pretexto que tengo que inventar para culpar a alguien ajeno a mí del dolor que padezco, aunque en realidad, no es más que una equivocación, pues lo ajeno está dentro de mí, aunque fuera de mi mundo.

Caigo en medio de la multitud. Fingir que se es algo y convencerse de ello. La masa tranquiliza, calma por un instante las ansias de morir, aunque luego se arquea en mi espalda como una espiral y acerca más a mí el fin. Lo vislumbro, es tan bello pensarse como un cadáver, tumbada boca arriba entre amapolas con el cráneo aplastado por el propio sufrimiento. Verme muerta en un espejo y sonreír de alegría. Como una cachorra malherida en una batalla campal, voy corriendo hacia mi reflejo. Uno no debe sentirse orgulloso más que de su decadencia. Deberíamos avergonzarnos todos de ser tan escrupulosos con la muerte. Deberíamos avergonzarnos de existir, y no ser libres.

Me avergüenzo de ser tan ruin, pero me consuela saber que soy consciente de ello.

La autodestrucción es como un martillo que golpea mis sesos incesantemente. Seguir o torcerse, qué gran dilema. Creo que prefiero esto, creo que me gusta castigarme, me gusta esta existencia escatológica, o sea, morir de manera más lenta y encubridora.

En algunas noches de soledad es cuando me siento plenamente yo al estar sola, pues me lleno de mí misma y sólo de mí, aunque tenerme sólo a mí me desespera. Pero al fin y al cabo, solo estoy ''yo'', no tengo que cargar con otro peso.

El mundo cava su propia tumba, para que hay un gusto por lo mediocre, por eso sigue el mismo camino que se marcó él mismo. Hay que salir de las cadenas, liberarse, combatir lo preestablecido. La muerte es la liberación más sensata, pero sólo cuando uno se la provoca a sí mismo. A mí me gusta prolongar mi propio suicidio en el espacio y tiempo, es decir, ahora mismo me estoy suicidando, pero no en un acto violento, sino en un acto totalmente vacío. Intensifico la rabia, para que pueda seguir un poco más. Resignarse a ser es cometer un crimen. No debería haber nacido.