08 enero 2010

hoy me ocurrió una cosa extraña. en realidad no fue hoy, sino hace dos días, pero me está pasando algo que me pasa muchas veces: me invierto en el tiempo, el pasado es lo que vivo y lo que viviré es algo que ya hace mucho pasó y que no logro recordar por mucho que lo intente. bien, pues. estaba en la terraza mirando el cielo gris y veía la lluvia que se escondía y se reía del mundo, y decía, ahora no, ahora sí, pero se calló en el momento en el cual fijé mi mirada en la suave superficie de su panza. la antena parabólica del edificio de enfrente, vertical como un delirante obelisco levantado en honor a mi futura muerte, se inclinó de repente y entonces el cielo se abrió en dos y un impulso, una arcada vital, una ulcerada prolongación mamífera que salió de la nada, me empujó por las espaldas, y entonces me levanté, puse mis pies entre las barandillas, y estuve a punto de saltar por la ventana. me faltó muy poco, y la sensación que tuve mientras me embriagaba esa inevitable fatalidad me sació y me excitó hasta tal punto que tuve un orgasmo y me corrí de placer porque estaba tan segura de que ese era mi último instante de existencia que todo se me vino a la mente como un relámpago. pasaron unos segundos y volví en sí. la antena volvió a su sitio y empezó a llover. y ahora no me puedo librar de esa constante propulsión hacia lo perfecto, esa ansia de homicidio, que no suicidio, para con ese cuerpo que me posee, ese pedazo de carne formado por cientos y miles de personalidades, por infinitas multiplicidades que se ramifican como baobabs de una misma raíz, mi yo interno, mi nadie.

4 comentarios:

Tania G. Balleza Tahuil dijo...

nunca he sentido tal cosa, en verdad vives tantas cosas...

Daniel Fernando dijo...

Wow,,, que tal sensación,,,

La paciente nº 24 dijo...

Ahora miro a los tejados, con todas esas antenas y observo cuánta gente ha muerto...

[Soñaríamos con pies terriblemente limpios, con raíces ausentes de tierra y cimientos picoteados por serpientes aladas, heridas en los dedos de caminarnos. No nos mataríamos, nos amaríamos a la inversa que sería odiarnos; que traduciría el asesinarnos y te daría la razón. Nos moriríamos todos, porque soñar si viéramos las cosas al revés sería vivir, que viene a ser lo mismo.
Quiero comer un trozo del pastel contigo, pero no prometo la solidificación hasta que no desaparezcan esos pájaros negros sobre los cables eléctricos intentando perder el equilibrio. Bueno, sí, prometo unicidad, espejos rotos y algún homicidio desordenado.]

Imposivle dijo...

un truco para diferenciar si ya es hoy o todavía es ayer o anteayer: hay que coger la barra de pan y tocarla para ver si está dura o blanda