05 julio 2009

Mi querido abril

Con este sabor amargo a domingo, querido mío, podrías visitarme hoy para endulzarme un poco el día, podrías tumbarte apoyando tu cabeza sobre mis rodillas, mirando hacia arriba, soplando a las nubes para cambiarles el rumbo y que tengan la dirección de tus pensamientos, que recorran del norte al sur y del este al oeste todo el continente de tus sueños, todo lo perenne que nos ha creado el uno en el otro como en una burbuja que se eleva como un copo de aliento ligero hacia la bóveda. Pero como no vienes y sé que no vendrás, me quedaré aquí sentada bajo este árbol que tanto me recuerda a ti, y contaré los siglos que pasamos juntos, y todos los demás meses del año que me abandonaste, miserable, aunque te confieso que nunca te guardaré rencor. El verano, este pedazo de ventrílocuo chirriante, me aplasta continuamente bajo su barriga de hierro oxidado, me quema la piel con su boca de fuego, me enerva hasta no más poder, y yo te echo de menos, abril, te echo de menos cuando las horas se me derriten como si fueran pintura, ensuciando las paredes de mi casa con esa textura viscosa de repugnante calor. Mira, sabes que, el sol tiene un omóplato blando como el pan, lo he tocado esta mañana al amanecer y él se puso a chillar, le hacía cosquillas y finalmente acabó por llorar y se enfadó conmigo. Me maldijo y yo me largué cabizbaja vuelta a mi cama, y encontré que entre mis sábanas estaba Morfeo con la piel anaranjada, los ojos llenos de sucedáneo de lágrimas y triste porque se sentía muy, muy sólo, así que le invité a quedarse dormido conmigo, y al acostarnos, soñé que no podía contar lo que estaba soñando porque entonces se cumpliría el sueño, y como yo quiero que se cumpla, lo estoy contando sin más. Ay, abril, si tú hubieras estado aquí en vez de este julio tan pesado, quizás ahora no estaría soñando. Mira, abril, desde que llegó este verano tan tirano, en vez de palabras tengo cremalleras que me cierran el habla y los dedos y no me dejan teclear, como si todo lo que se proyectara más allá de mi interior fuera a convertirse en presa fácil de este verano tan depredador...y así me ocurre, todo lo que vivo acaba pareciéndose más bien a un antílope malherido huyendo de todos estos buitres que no dejan de perseguirme, estos carroñeros que no son más que las extremidades voraces de este cruel verano. Ay, abril, tenía un plan perfecto para largarme como si nada, pero anoche lo perdí, o me lo robó la luna, o qué se yo...pero por favor, prométeme que cuando vuelvas, me llevarás luego contigo, vayas adonde vayas, y así estaré junto a ti todos los días de mi vida, sea donde sea.