21 julio 2009

I.


La luna es la primera cuerda del violonchelo,
el arco titánico de tu espalda.
Cargando con la noche en los hombros,
el dulce cristal de la inercia
nos lleva a un estado de sopor.

No quisiera despertarme nunca,
aunque aún no yazco en el sueño,
pero siento el cuerpo como un pétalo mecido
por el viento que soplan los juncos
dormidos sobre la palma de tus manos.

Allá a lo lejos Eros cabalga sobre una bestia salvaje
mientras caen los últimos destellos.
La música que tañe tu espalda,
y mi verso como una oda al olvido
escancian nuestros labios de veneno.