16 julio 2009

el sol es un hermoso espantapájaros circular. la ciclotimia es un abismo grande en mi cabeza y va royendo esa materia intrínseca que yo no puedo comprender aún, pero sé que está ahí por encima de todo lo demás. tengo unas ganas incontrolables de llorar. pero si ahora me pusiera a llorar, sé que lloraría letras, cocodrilos, montañas, ríos, nubes, inviernos, pero no lágrimas, y todo eso resultaría demasiado ficticio, nadie me creería y todos pensarían que están viviendo un cuento o un mal sueño, y ay, me duele tanto cuando al llorar parezca que no lloro nada, pero nadie sabe que todas las cosas que están ahí brillando como pequeños vidrios congelados en el débil esqueleto de la simplicidad y que hace unos minutos no estaban realmente han salido de mis ojos, son esa clase de tristezas que cansadas de enmascararse siempre en ese disfraz ridículo y viscoso, prefieren el tacto de otras cosas que no recuerden tanto a esa miserable sensación de soledad. pues cuando no puedo aguantar el llanto y no estoy sólo conmigo misma, no dejo de llorar, disimuladamente, cualquier cosa que no sean esas estúpidas lágrimas llamativas, así nadie puede saber que ese árbol que hay ahora levantado acaba de ser llorado por mí. yo quiero pintar el cielo con una laca de uñas, que queden los días de jueves como peces amarillos sobre un fondo celeste persiguiendo otros peces un tanto más pequeños, otros caminos, otras composturas que no sean mías. quiero que me lleve usted en bicicleta, señor, que tanto le echo de menos, yo quisiera otro planeta lleno de mariposas para nosotros durante un tiempo, con semáforos de mariposas, lunas de mariposas, edificios de mariposas, calles de mariposas, heladerías de mariposas, para que así yo pueda acordarme de nuestra estancia fugaz por siempre cuando vea en el campo un trozo de esa belleza gélida que me regalaría usted si todo este supuesto fuera así, si los días no fueran fantasmas cargados de nada, si yo no estuviera tan lejos, si usted no estuviera tan lejos como siempre lo estuvo, incluso cuando nos hallábamos a unos centímetros el uno del otro, si nadie estuviera tan lejos aún estando tan cerca de los demás. al final no he podido dejar de llorar porque no he podido llorar como se llora siempre.