28 julio 2009

Desrealización.

Es tan tarde, que siento que debería estar soñando hace más de una hora. Tengo insomnio, no puedo dormir, porque no me lo propongo. La pared humectante de mi cuarto rezuma escenarios ciclópeos sobre los cuales mis pensamientos representan sus estúpidas obras teatrales plagadas de ficciones que creen volverse reales al tacto férreo del delirio. Las esquinas de la habitación tienen dientes elásticos, en realidad son pequeñas fisuras en la vagina rugosa del gotelé. Desde aquí la calle se percibe como un rodillo que hace cosquillas a la humanidad, y la humanidad parece un coloquio de letras lascivas que se aparean para formar palabras obscenas. Es de noche, y los hombres parpadean como flashes sin saber exactamente por qué tiene que ser justo de esa manera tan absurda. Hombres con la piel de elefantes que brillan como medusas y que desconocen incluso lo que son. Abro un periódico, y sin sorprenderme ya, saltan unos pequeños cuervos de papel impulsados desde abajo con un muelle. Es lo de siempre, las noticias se cansan ya de oler a tinta, entonces las letras escritas en las páginas amarillentas deciden cambiarse de casa, y saltan, en forma de cuervos, hacia esas esquinas de dientes elásticos que en realidad segregan flujos vaginales. Se van allá, en busca de un nuevo hogar donde poder expandir sus alas con olor a tinta recién impresa. Y todo eso porque ya nada quiere estar encerrado en un periódico lleno de un dolor que se repite en los distintos titulares, que vienen a decir lo mismo: el mundo apesta, y ya nada puede cambiar. Todo es una basura, y ya el alfabeto se ha cansado de recordarlo.

Despersonalización.

El cuerpo que me pertenece me es ajeno a la consciencia. Peor aún, mi consciencia es ajena a todo cuanto pueda existir. Es el vacío más puro, la más bella constelación de oquedades donde ya nada se puede esperar. La gata se sienta a mi lado, está aquí, tumbada sobre el escritorio, como una musa esculpida en el romanticismo. Maúlla y me recuerda a que es verano. Mis rodillas son otras rodillas que alguna vez fueron mías. Alguna vez, esa otra vez, cuando pensaba que no eran mías. Quiero algo tangible, y es que el amor para mí es una ridícula quimera. Quiero desenamorarme con todas mis fuerzas, pero jamás podré hacerlo si no me enamoro antes. Bostezo y me doy cuenta de que me acabo de despertar. O sea todo lo escrito antes fue una cosa que escribí mientras dormía. Nada real, pero tampoco ficticio.