Desde la primera vez que nos encontramos, me sigue manteniendo despierta la ilusión de pensar que en el instante menos esperado, la aventura invadirá mis días, y entonces nada volverá a ser como antes. Tenías toda la razón, el cambio está dentro de mí, pero aún me cuesta verlo. Soy una hélice anímica, en cualquier momento puedo convertirme en una vorágine capaz de transformar en cataclismo cualquier paisaje que se me ponga por delante. No puedo amansar a esta bestia indomable que tengo dentro de mí, esa tristeza criminal se escapa a mi control y me anega el cráneo, envolviéndome de un yo que sé que no es mío, pero tampoco de otros. Otras veces me desborda una emoción que creo inhumana, hasta tal punto de sentirme compuesta por un mosaico de alegrías descomunales, y estallo en una metáfora apoteósica que hace que mis pulmones inhalen el universo entero, contigo entre sus pleuras desérticas, hasta alcanzar el clímax de mi febril existencia. Pero sea como sea, a cada rato la ánfora de mi interior vierte sobre mí todo su contenido, derrama mi sustancia sobre mi propia sustancia, esa otra sustancia que está en el exterior, pero formando a la vez parte de mí, levantando teja por teja el antagonismo que me representa: el leviatán, y la más pura inocencia, todos en un mismo ser. Me he acostumbrado a esta infame rutina que ha envenenado mis huesos, y ahora me cuesta desligarme de sus obstinadas ataduras, porque supongo que soy demasiado débil para ello. Pero es que también soy demasiado débil para seguir ahí, entre sus hirientes cadenas. Te confieso que nunca te conté ni la mitad de lo que me está pasando, tuve miedo de que no me creyeras, o de que acabaras detestándome por no ser como los demás, o por ser quizá demasiado imbécil al dejar mi intimidad abierta de par en par, al alcance de cualquier desconocido que pudiera utilizarla para hacer papiroflexia malintencionada con ella. Ya sabes, cuando otro es más miserable que tú, tú dejas de serlo tanto, o, al menos, eso es lo que crees. Por eso, supongo, el mundo necesita exprimir las miserias ajenas, para sentirse más vivo, menos ruin. Pero si es por ti, ya no me importa, sé que tú no serías capaz de convertir mis penas en un brebaje que de más fuerza a tu soberbia, porque tú eres diferente, tú no eres como ellos, y ninguno de ellos podría asemejarse jamás a ti. Tú nunca sabrás que me has construido sin pedir nada a cambio, ni te imaginas las veces que te recuerdo como en un sueño del que me sacaron a la fuerza, sin yo querer despertarme, para no separarme de ti. Soy detestable. Catastrófica. Soy lo más imperfecto que puedas hallar, soy la perfecta encarnación de lo irrisorio, de lo inútil, de lo defectuoso. Pero sin embargo, soy capaz de amar con el ímpetu del universo entero. Soy capaz de amar como si la vida misma se limitara exclusivamente a ese acto tan destructivo y a la vez vital del amor, soy capaz de amar por encima de todas las demás cosas, pero únicamente si me dejan. Soy un enigma completo, tanto para los demás como para mí misma. Y yo te quiero, porque solamente tú fuiste capaz de mirarme a los ojos durante todo el tiempo que me tuviste delante. Solo tú, y nadie más que tú.