06 mayo 2009

me cansa escribir, creo que en vez de mitigar mi dolor hace que se expanda como un fuego artificial y encima de manera vulgar y poco poética. si al menos fuera algo hermoso, difícil de olvidar, pero no. me da ya igual, una vez entrada en ese mecanismo de mediocridad no se puede salir de él, como pasa con otras cosas terribles que uno va disfrazando en forma de sonrisas tejidas con materia prima de lágrimas, y es tan bello que nadie sepa nada, ese fingir ante el mundo, ese disimulo tan personal, esa hipocresía para sí mismo que siempre pasa inadvertida. rompí los espejos de mi alma, no soy capaz de mirarme a ninguno, y no busco mi reflejo en los espejos del mundo externo, porque sólo verlos tan colmados de vacíos, me provoca espasmos estomacales.

la sociedad entera me produce mareos, ya no me pregunto por qué, por qué tanta injusticia, por qué tanta desigualdad, por qué algunos sólo conocen el tacto del asfalto y la marginación perforando sus días como una taladradora de brutal resignación, mientras que otros bruñen sus fauces con su propia avaricia y se pasan el día masticando la vida con las mandíbulas de una bestia que sólo busca engullir más y más materialismo. no me lo pregunto, pero siguen ahí, a veces, zumbando en mis sienes, todas esas preguntas ahuecadas por la realidad, y es bastante irritante pensarlo, la verdad, porque es un sufrimiento vano, sufrir un mundo que ya está muerto y nunca jamás podrá florecer desde ese estiércol en el que está enterrado. y no es que no me importe ya, simplemente soy consciente de que nunca podré hacer nada para cambiar a nadie, nunca nada mejorará, por el contrario, siempre nos hundiremos más y más en ese pozo que nosotros mismos vamos cavando con nuestro egoísmo, abriendo oquedades hasta en los corazones más subversivos. pero qué digo, ya no hay corazones rebeldes, sólo una superficialidad absurda, una moda para no ser una ovejita más de este rebaño, sí, sólo hay eso, una moda demagógica, una represión inútil de los verdaderos pensamientos, un engaño para parecer fuera del mundo, sí, tanto y tanto material infernal maquinado para creerse diferente a los demás, pero por dentro, para mí, están todos igual de podridos, compartiendo la misma miseria rutinaria, que no entiendo cómo no les puede repugnar. ¿es que no les cansa, abrir los brazos y toparse con otros brazos igual de flácidos, que nunca pudieron sostener una ilusión para el bien común, que se pasan los días removiendo una y otra vez sus propias vidas? si al menos llegaran a penetrar en lo más hondo de ellas, si al menos ese remover sirviera para encender sus adentros, y que sientan fluir la vida más allá de esa monotonía tan insípida que los envuelve, y que sientan latir sus muslos al son de un amanecer, y que sientan cómo les tiemblan las venas en un día cualquiera de primavera, y que sientan cómo burbujea el amor desde los pies hasta las manos, salpicando con sus lluvias cada poro de su piel...pero nada, nada, nada de eso es así. nada. sólo una manada de cuerpos a merced del día a día, una masa que ya ha perdido el rumbo, que ya no es capaz de sostener el paso. tengo una decepción profunda, no es que nunca haya sido capaz de valorar a nadie, al revés, creo que valoré en demasía las capacidades humanas, y siempre acabo descubriendo que más allá de ese cobertizo de aparente inconformismo y rebeldía en contra del mundo, no hay nada más que el mismo material homogéneo que todos comparten.

y quiero viajar lejos del mundo, y en este instante me siento tan bien perdida en una canción que nadie más que yo escucha, y en esa lejanía abrumadora parezco estallar desde mí misma. vuelve una y otra vez, vuelve, se va, y vuelve a volver, y así sucesivamente. creo que agradezco pasarme unas ocho horas entre libros y libros, porque ya casi no dedico ningún tiempo a nada, a parte de ser una obligación el estudiar, va acompañado de un ejercicio voluntario de autovaciarme por completo, como si tuviera esa necesidad que no sé ni como explicar, de no tener a dónde mirar en mis adentros para encontrar ningún rasguño de motivo para sentirme ahí, dentro de mí. anoche me lavé los ojos en el atardecer, y aún sigo viendo esa oscura maraña de tiempo que había pintada en el cielo.

desaparecer completamente, qué buena forma de escapar.