22 febrero 2009

la felicidad es una cosa horripilante. no sé si debo sentirme miserable o algo peor que eso, pero para qué engañarme, no soy feliz viendo felices a los demás. por el contrario, me produce una especie de repugnancia saber que ellos tienen algo de lo que carezco, y lo más extraño es que veo todo eso como si fuera una cosa imposible para mí, un dialecto moldeado a las palabras ajenas, un circuito elemental que pone en funcionamiento el engranaje vital de la humanidad, esa humanidad de la que no formo, ni formé parte jamás, como si el mundo se hubiera bifurcado, y yo fuera ese camino encauzado a una perpetua tristeza y soledad. y como no, el resto del mundo un río de vidas enlazadas entre sí, siendo esencial cada contacto, fundiéndose entre sí hasta formar una masa palpitante que esconde en sus adentros una felicidad inquebrantable, tan sólida como los mismos cimientos que la sostienen: la vida, el mundo, la humanidad. sin mí, por supuesto. nunca me he planteado si verdaderamente tengo algo que ver con lo que me rodea, si pinto algo aquí, si soy imprescindible aunque sea para un nanómetro de materia, un trozo de existencia ajena, pero sé que no es así. imprescindibles, todos son imprescindibles de alguna manera u otra para el resto, y eso es lo que les hace vivir, sus vidas determinan otras, y esas otras determinan las suyas directa o indirectamente. yo no determino, pero sí me determinan. me da pesar pensar en todo esto, qué soy yo para quejarme cuando hay tanta desgracia en este mundo, pero en el fondo, el dolor es algo tan propio de uno que no se puede comparar a otras cosas, ni hacer más pequeño solo porque haya otras cosas peores. será por esta vileza por la que todo va tan contrario a mis deseos, pero ya entendí que no hay ni divina providencia de por medio, ni destino, ni compensación alguna a mis desgracias, me encuentro tan miserable porque soy una miserable. soy lo que soy y estoy así sólo por mi culpa. aunque no, no creo que sea culpa. simplemente, estoy así porque soy así. no creo que deba echarme la culpa de un carácter forjado desde el mismo momento en que empecé a tener uso de razón, entonces dejaría de ser persona para convertirme en un motivo de autodestrucción, en mi propio y único motivo de autodestrucción. sí, yo soy la causa y consecuencia de lo que realmente soy. ya no me sobrevivo más. en el fondo, lo merezco.