no sé qué me está pasando, me ablando como el asfalto en verano cuando me pongo a teclear cualquier palabra, yo creo que es porque en el fondo no quiero fusionarme con todo esto, con estas letras de almíbar, de tristeza cuajada, de queja y repetitivo descontento, si es que es descontento esto, si es que acaso sé qué es esto. siento en mis rodillas el temblor de un beso que le robé a ese imbécil que ni me piensa siquiera. me da igual. afuera hace frío. acumulé mucho odio en contra de israel. no es justo este mundo, me da tanta rabia. parece esto un noticiario de mis pensamientos, no me gusta que suene así. no quiero que hoy nada me amargue ni una milésima de este día viernes dieciséis de un enero cruel que precedió a un diciembre más cruel aún y que espero que sea más cruel que febrero para que así al comparar febrero con enero me parezca bonito, por muy cruel que sea, ya que al ser más cruel enero, no lo parecerá tanto febrero. con signos matemáticos pondría diciembre>enero>febrero siendo > un parámetro que designa la crueldad. y yo no quiero volver a repetir la palabra cruel en mis textos para referirme a los meses de estos años que se evaporan más rápido que la velocidad de la luz, aunque los científicos digan que nada va más rápido que la luz, yo lo diría que el tiempo sí. me asombra mi inexperiencia a la hora de elegir una nube para volar como si fuera una alfombra, siempre acabo por elegir una nube con depresión que me pasa su depresión y acabamos lloviendo las dos como estúpidas en cualquier lado. odié el día de hoy, odié el día de ayer, pero más odié el día de miércoles cuando salí de la escuela y en el metro delante mía había dos babosos dándose besos e intercambiando microbios bucales como si nadie estuviera ahí, mientras yo oía música de amor y les miré feo luego decidí no verlos más porque hice un esfuerzo en pensar en la química que debía estudiar esa tarde. y ahora no me queda más nada que decir que adiós, me voy a estudiar, antes veré televisión y no pensaré en nada. estoy oyendo the moldy peaches.