no me quiebro hoy sin consuelo, no busco hoy ningún camino, no niego hoy más nada. voy a hacer una excepción sin permitir que me consuma el delirio, pero voy a entrecruzarme con las palabras, que no me salgan hoy más miedos en vez de latidos, que no me frenen los silencios - pedí prestadas de la tienda de herramientas unas trampas para ratones para atrapar los silencios. me desarraigo del tiempo más y más deprisa. crezco y dezcreco a la vez sin dejar de disiparme. los dieciocho se aburren de mí, se quedan cortos a mi lado y ya están haciendo las maletas para marcharse pronto, supongo que los años no esperan a que una pendeja así les dé permiso a que se vayan. pero yo intentaré poner el semáforo en rojo aunque sea por un ratito más. basta por hoy de esta necia y absurda necesidad. necesidad de necesidades, necesidad de disecar de una vez por todas todos los verbos que exigen que a continuación haya cualquier palabra relacionada con la soledad o cualquier sinónimo de esta, necesidad de cambiar el siempre de la frase siempre muero por el a veces, necesidad de acoplarse a cualquier verso de cualquier estrofa de cualquier poema de cualquier hoja, necesidad de existir por alguien más, para alguien más. hoy me encargo de enterrar todas las pretensiones. prometo no tener más vértigo a la intransigencia de la imaginación, ya no tengo miedo a lo que pueda haber más allá del infinito, cuando exploré cualquier rincón de este, ya no me espanta nada.

quiero de una vez esa lluvia ramificada que circule y me circunde la piel desde la yema de los dedos hasta el abanico de mis pestañas. quiero hablarte a tí y que sepa que estás ahí, en cualquier lugar, no importa adonde estés, sino que estés. no quiero que me cuentes amaneceres. ni que me los descuentes. ni que me los rebajes, ni que me los regales, no quiero que te quedes al margen sin vacío, sin hueco alguno para mis días. podremos compartirlos, o mejor trocearlos, para que entren bien en las diminutas esclusas de tu vida sin mí. no quiero que nos miremos sin mirarnos. que no memorices mis sonrisas, que no te aprendas de memoria la ecuación matemática del amor. que sea todo causalidad, no casualidad, que aniquilemos el tiempo y nos dejemos vencer por la rutina hasta caer en la cuenta de que llevamos ya demasiado tiempo ahí como para poder cambiarlo todo. que te arrimes con la mano a mi cintura y me invitas a volar, a enrrollarnos como las nubes sobre la espina dorsal del cielo. que nos quedemos en silencio esperando lo que siempre quisimos esperar y siempre esperamos en vano, hasta que alguno de los dos suspire y nos demos cuenta de que siempre estaremos esperándonos hasta que un buen día dejemos de hacerlo.

que nadie me diga algún día será, que nadie me lo diga.