Que luego no me llamen a mí vulgar, porque me provocan. Me siento ofendida, pero lo cierto es que me quedé más tranquila al enviarles un e-mail en el que les llamé ridículos, patéticos e irrespetuosos con las personas que decidimos adoptar un modo de vida en el que se respeta a todos los animales, sin consumir muerte. Que nos desprecien por no comprar sufrimiento en lonchas envasadas y etiquetadas con Edding carmesí me parece absurdo. Luego me fui a colocar mis recuerdos por orden alfabético para tranquilizarme y me acordé de tí, y sé que nisiquiera me estás leyendo, puto, no sé ni por qué me dirijo a tí de tú, tú, tú, aunque no volveremos a vernos, adiós, no te quiero, sólo que cuando te veo tengo ganas de follarte. Ya me estoy poniendo a hablar como una estúpida, soy chabacana y me reviste la ordinariez, aunque no creo que ese sea el peor defecto. Una telaraña se bifurca en mi lengua y se convierte en una constante rapsodia de groserías en escala re menor. Caen colores del cielo y poco a poco oscurece, siento que este verano está inyectando bajo mi piel su veneno. Ojalá los domingos olieran a regaliz de fresa. Creo que mi tiempo libre está empezando a tener sabor a chicle. Chicle masticado cien mil veces. En la radio Iker Jiménez habla de fantasmas, ay mira, es cierto, detrás de la puerta estoy viendo una extraña sombra que tiene forma de cromosoma Y, quizás sea un ovni se haya convertido en aire y ahora esté inflitrándose entre mis alveolos pulmonares, y luego me transformaré en oxígeno. Que así sea y flote en el aire y me marche hasta ser inspirada por tu boca. Vuelvo a hablarte a tí...y tú nisiquiera estás ahí. Escribo excentridades mientras miro una película de zombies que se regalan rosas por San Valentin, me caen lágrimas de los ojos porque me siento enferma de la vida y me niego a aceptar mi propia verdad. Estoy ahí.