13 enero 2013

vean: todos los desastres se han juntado en un punto a partir del cual no puede haber nada. ha concluido el espectáculo. a partir de ahora, la realidad traza sus recorridos de manera totalmente diferente. ya no existe la simetría hasta ahora conocida, pues todo ha roto sus esquemas. ¿dios existe? sí, en mi cabeza, se asienta entre los pliegues del cerebro. entre cópula y cópula con su reflejo del inconsciente, satanás, arroja sobre mi cuerpo y mi alma ángeles y demonios, vómitos constantes de placenta, dolores y placeres en un mismo escupitajo divino. a partir de ahora, que las cosas han cambiado, no podré sentir la vida como hasta ahora ha sido sentida. creo que algo ha muerto sin dejar su cadáver. digamos que se ha disipado, sin más, sin rastro, ni recuerdo, sin nada. lo sentí en su momento -o eso, o estaba soñando sin distinguir bien el sueño de la realidad- y ahora no queda nada, ni siquiera un recuerdo. ni siquiera puedo hacer un funeral decente sobre algo que existió dentro de mí durante tanto y ahora ha perecido. ¿ustedes lo consideran justo? desde luego que yo no, y me refugio en la ópera, en esas voces que rozan lo divino, y abro mis brazos para recibir su alimento resucitador. nada me queda en este día que ya se encadena con la noche, nada más que vacío, lo único que permanece constante. ¿tiene derecho el mundo de expresar su variabilidad sobre mi carne? sí, y esta tiene la obligación de aceptarla en sí. el abrazo de algo resucitador también se disipa en el viento. ¿la muerte? ¿la vida? todas las formas tienen su inicio en el mismo punto donde acaban, dada la circularidad a la cual gran parte de la vida está sujeta, exceptuando una mínima parte, esa que es la liberación al dolor que muchos consideran innato. ahora me toca diluirme en mí en lo circular y no circular, en la sangre y en la arena, en la vida y la muerte, esa misma esencia que cambia su cara según le convenga. ahora me toca a mí ser noche, frío y podredumbre.