13 agosto 2012

saboreo esa línea de rutina, me sabe a bola de pelo y canela, la escupo y me quemo el esófago al regurgitar la necesidad de tirarme desde la estratosfera, caer en la tierra en una hamaca y esperar que las hojas caigan, que llegue el otoño y la lluvia vuelva. entonces, esto puede que sea vida, estar sobre la línea de la estabilidad y de vez en cuando caerme a un pozo, quedarme ahí bebiendo agua hasta que el estómago empieza a inflarse. tengo hambre, es de madrugada, pero no me asusta nada. ni tan siquiera aceptar que este es mi destino, que empiezo a florecer en medio de otras flores que me dan de beber de su jugoso néctar, que estos labios los besa otros labios y mi corazón ya no se agita como un antílope en las fauces de un león. no me asusta la rutina emocional, saber que ahora planto semillas en otras tierras y que esas mismas tierras también me riegan a mí de su fuerza. en una nube, así me siento, desde que acepté quién soy, en medio de tanta incomprensión y cambios climáticos, presión bancaria, hipotecas basura y contaminación acústica. voy a bañar mi cuerpo en música, y luego moriré en otro sueño. me siento bien, y ya no tengo miedo.