21 noviembre 2011

Es curioso. Hoy que llevo el jersey azul tampoco hay casi nadie en la biblioteca. Supongo que es porque es lunes, pero lo mismo dije el miércoles, cuando suponía que debía de haber más gente, pero también llevaba este mismo jersey. Ahora, comenzaré a asociar involuntariamente el hecho de llevar este jersey azul a la menor cantidad de personas, y querré llevarlo todos los días porque de esa manera, tengo más sitio y elijo la mesa que quiero, y no me distraigo mirando bufandas ajenas. Pero claro, por esa regla de tres, comenzaré a hacer asociaciones sin sentido alguno. Al fin he comenzado a leerme ''La espuma de los días'', de Boris Vian, un libro que me regaló un amigo, y me está encantando. Es inevitable no imaginarme en cualquiera de esas calles, pasando entre la multitud y oliendo en cada esquina café. Me acabo de tomar un café, pero siento que es como si no me hubiera tomado ninguno, los libros en la mesa de abajo están abiertos, como esperándome impacientemente, pero no tengo ninguna gana de fisiología. El deber aprieta en la sien, comienza a estrujarme y las ideas se agolpan en el pecho: hoy vuelvo a la rutina de todos los días, y mientras el mundo sigue hilando sus acontecimientos del día a día, nada ha cambiado, y al mismo tiempo todo es demasiado diferente a como era ayer. Pero estoy bien, supongo.