02 octubre 2011

II.

Los días se suceden uno tras otro sin cambio alguno. Me asombra cómo todo sigue igual que estaba ayer, y no puedo comprender cómo aún no soy capaz de distinguir los momentos de ahora de los de ayer. No siento nada, y no me asusta no sentir nada, porque el miedo al aplanamiento emocional también lo he perdido. Sólo he conservado la conciencia de mí misma y de mis propias emociones. Noto cómo el mundo va girando y no puedo arrastrarme entre sus olas, porque sé que tarde o temprano acabaré en el mismo sitio del cual he partido. Estar estática es, quizás, lo único que me horroriza, porque he intentado mezclarme entre los calendarios, pero las fechas acaban estampadas sobre mi piel, dibujando un relieve áspero, que me recuerda que ya no soy lo que fui, y que eso es precisamente lo que debe tranquilizarme. Pero no puedo salir de esta calma lineal, no puedo pegar ningún salto en esta continuidad espacio-temporal, porque he perdido la fuerza que me impulsaba a sobrepasar los límites de mi propia mente, y ahora me hallo a años luz de la sensatez, la lógica y la razón. Pero no me disgusta, estoy bien aquí, vislumbrando el mundo desde este otro mundo en el cual ya no caben más sombras. Mañana puede que quizás me arrepienta de seguir donde estoy, pero hoy estoy segura de que acepto ser lo que soy, que tenga lo que tenga forma parte de mi ser, y que nada ni nadie me lo arrancará jamás. Y qué más da si estoy loca, si soy feliz así, en este mundo en el que ya no pueden entrar las mentiras, y nadie más me puede herir. Nunca más.