me tiemblan las extremidades. siento una debilidad como de hambre, como de estar cayéndome a cachos que se quedan bajo los pies y me hundo en ellos. ayer salí en medio de la humanidad, tuve curiosidad por ver si era capaz de integrarme como hacía antaño. me costó, pero al final, los acabé viendo a todos como extrañas piezas de ajedrez moviéndose en líneas oblicuas, como un enredo de figuras geométricas que rayaban el delirio visual. me parpadeaban las retinas y el ser me pedía ser como ellos. al fin llegué a casa y exploté, lloré todos los acontecimientos, hasta el olor a sudor de la señora de rojo que se me había impregnado en la nariz dos horas antes, lloré mi propia condición y la condición humana ajena, lloré el ser lo que soy sin ser nada y exploté. me habló la voz con sus órdenes absurdas, incoherentes, vomitó en mi cerebro su repetitiva frase y solo conseguí llorar. ahora sé que de alguna manera debo exiliarme en la autosuficiencia, en la naturaleza de lo etéreo, refugiarme en la belleza de las cosas y taparme los oídos durante un tiempo. debo.
3 comentarios:
estaba pensando que deberías llamarme, porque del tercer mundo es muy caro, pero de tu mundo al mio no lo es tanto.
Ajedrez... estrategia...
Sí, la sociedad es un engranaje y un juego. Es fácil ser una ruedecilla, es difícil ser una ruedecilla feliz...
Te tengo desde hace MUCHO en el blog, y me alegra volver a leerte.
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