06 abril 2011

Momento perfecto para desaparecer. Convertirse en una polilla, sin terminaciones nerviosas. Acabar en un armario ajeno, oliendo a chubasquero. De modo que parezca todo parte de un guión, que nadie sepa que no está hecho a propósito. Dejarse aquí el cuerpo y la persona, que siga fingiendo por mí ante los demás, para que nadie sepa que ando pululando entre telas roídas. Y que pueda así seguir tomándome un café con X, echando demasiado azúcar y volviendo a pedir un sobre para echar más, tener conversaciones banales, quejarme de que he cogido peso y que en el fondo a no sé cuántos kilómetros esté poniendo mis larvas entre los tejidos de un jersey de lana hecho a mano, y que nadie lo sepa, ni tan siquiera yo.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Buenísimo como siempre. La obsesión por ser invisible o desaparecer.

cielo ruidoso. dijo...

sé (mi) un sentido.