03 febrero 2011

qué tristeza más amarga me salpica las mejillas. no encuentro sentido alguno ni en los libros, ni en la música, ni en los bordillos de las calles en los meses de febrero tras la lluvia. todo es una capa fina de nylon impermeable al devenir del tiempo. no hay ya emoción, ni aventura, ni esas parábolas repentinas en mitad el camino. soy una maldita línea recta, sucia, apagada. acabada. formada por puntos llenos de polvo. todo queda lejos, evaporado como un vaho nauseabundo. se acabó, todo acabó. ¿para qué fingir una armonía? si no existe. si solo hay monstruos dentro de mí, pidiéndome más y más alimento. me he quedado sin vísceras. no sé qué les daré ahora de comer. no quiero destruir vidas ajenas. quiero saciarles de una vez solo con mi ser. me he estancado en un tiempo inexacto. mi vacío ya no es vacío. ahora se ha llenado de astillas que me recuerdan de vez en cuando que aún no he roto del todo mi vínculo con la realidad. afuera tiene que haber mucha vida. lo sé, escucho tantos ruidos que me golpean, pero no se quedan en mí. soy transparente a los demás. ojalá mis demonios se quemen y de sus cenizas renazca el plomo. que sea mi armadura ante la tempestad. no quiero sentir más.