14 noviembre 2010

Hoy me saqué el cerebro con un sacacorchos, lo empapé en pintura amarilla y pinté en el patio interior una rayuela. Luego jugué un buen rato, pero me aburrí, volví a casa, encendí la televisión y puse el canal del tarot, y comí muchos espaguetis con unos palos chinos, y me sentí como una pseudoasiática célibe engordando el trasero. Así que decidí hacer algo productivo, y me puse a cavar un hoyo para meter mi cuerpo ahí, fingiendo un funeral propio sin sentido, pero antes de acabar, llamaron a la puerta y era un vendedor ambulante de melones, y como me interrumpió, pues, en mis adentros quise reventarle la cabeza en contra de la pared y me puse a llorar, irritada. Poco después me sentí que estoy derrochando mi vida, así que decidí escurrirme y tuve un gran orgasmo que me mató, aunque poco después resucité. No quiero seguir salvándome de la perdición, pensé, es necesaria una autohumillación masiva.

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