29 abril 2009

no puedo compactar mi dolor en una metáfora, pero el corazón me sabe algo metálico, la sangre me tiembla en la garganta y por los nudillos de los dedos cuelgan los rastros de mis desgracias, descifrando con la mayor exactitud mis días. volveré a caer en la misma redundancia de siempre, y al finalizar estas palabras, habré dejado otro pedazo de mí, que morirá en el olvido sin haber sido sentido jamás por nadie más que yo. pero no me importa, ya no me importa, voy a seguir escribiendo siempre, aunque detesto todas las cosas que me salen aquí, pero es como un placer macabro regodearme en mi propia mediocridad y nadar en mi miseria, como si desde fuera me estuviera viendo a mí misma buscando mis ripios para fundirme con ellos y arrojarnos al mar por siempre. me miro desde afuera, yo soy mi propio reflejo, y estoy viendo algo desconocido, no reconozco estas carnes que tiritan a la sombra de este calvario, y me parece que ya se ha detenido todo el tiempo en mí, aunque allá afuera el mundo sigue tejiendo su telaraña de letal rutina. no quiero pensar que esto durará al infinito, y sin embargo, esto se ha congelado del todo en mis tejidos, y ya nada puede cambiar. creo que tengo tanto poder de acabar con todo esto que por eso mismo no soy capaz de hacerlo, es como un reto, un impulso a llevarme la contraria. está aquí, pululando en mí, es fértil esta náusea y con el paso del tiempo va engendrando más y más diluvios en mí. en otras circunstancias, en otras circunstancias. en otras circunstancias, esto sería diferente. en otras circunstancias, no habría circunstancias. y ahora, después de toda esa marea que hace unas horas me ahogó en sus entrañas, como ayer, y antes de ayer, y siempre desde hace tiempo, esa maquinaria incompleta que necesita de mí para funcionar parece darme una tregua, porque el cansancio logra disiparla durante unas cuantas horas. gracias, noche, gracias, por estar aquí. me siento como si algo dentro de mí se hubiera contaminado de la miseria del mañana; y en el mañana seguramente me contaminaré de la miseria del otro mañana, y así, me anticiparé siempre a mi dolor para poder saciarme bien de todo esto, sí, saciarme, sí, hasta que no pueda respirar, sí, siempre, siempre, saciarme, lo único que me queda ya entre tanto vacío.