que el dolor te brote en la pelvis
y se enrosque a tu médula espinal
y te atraviese trémulamente
hasta llegar deprisa a tu muela
y desnudarse ahí como un descaro
y hacerte anhelar la muerte
que no puedas sentir más el dolor
por culpa de tu propio dolor
que el infierno te nazca bajo tu propia carne
y se abra paso entre sus surcos
y te inunde la cavidad torácica,
y el pecho y el tiempo y el cuerpo entero.
que tus dientes sean teclados chirriantes
que reproduzcan tu insomnio de día
y que el día se pegue como adhesivo a tus huellas
y te desangre la voz y las palabras
y que las palabras no sean más que eco
de un dolor silenciado por la angustia
y que la angustia sea un jirón de llanto
que emane de debajo del paladar
y que tu paladar sea jardín estéril
donde florece el dolor más inmundo
y que el dolor te fluya hasta en la sombra
y te impida respirar
morirse de tanto sentir,
morirse a pedazos,
morirse a intentos
e intentar morirse sin morir en el intento
salirse de uno mismo
para huir de sí