08 noviembre 2012

Estoy petrificada. No sé qué hacer. Me siento enferma, con el interior pudriéndose. Hay un estado de descomposición externa, los placeres mundanos se pudren bajo el halo del curso inagotable de la historia. Extirpo en una autopsia casi autómata todos los objetos que hay a mi alrededor, brazos amputados de una vida que se agota lentamente. No encuentro nada dentro: órganos comidos por gusanos. Más allá, vacío. La vida no cesa, y con su martillo me golpea una y otra vez; tengo el cuerpo lleno de hematomas, estoy aún confundida con el ritmo de mi mente. Ella ya es algo ajeno a mí, una materia, diría hasta etérea, capaz de arrastrarme a los más profundos abismos, allá donde puedo entender el sentido de todo, aquél que me dice que no hay nada, que no puede haber nada más allá de esto. Si he de ser parte de la historia, si he de consolidarme como punto inerte sobre una recta cargada de piedras punzantes, entonces que sea así, en forma de larva. He adoptado un estado larvario, un proceso de retroceso que sucumbirá, he de suponer, en ese suicidio programado que siempre se cancela por cualquier razón: el amor, la lluvia, una tarde de abrazos. El amor me está salvando, hay algo ahí que cura mis heridas, mis puñaladas nocturnas de rituales ya establecidos hace años no acaban en la hemorragia de vísceras y lamentos inexorables. No. Ahora el llanto se apaga, algo enmudece, la noche llega y se posa sobre mis párpados. El dolor se concentra en el pecho y entonces siento que no puedo sostener el peso del mundo, ni el mío propio, y algo muere de nuevo, aunque sé que mañana resucitará en el ciclo perpetuo. ¡El amor! Mi único consuelo. La larva se agita bajo las sábanas, las pastillas hacen su efecto: consigo el estado transitorio de marmota, mis ojos se cierran aunque los quiera mantener abiertos y acabo cayendo en el sueño. ¡Ah los sueños! ¡Ah la realidad! Me pesa el mundo. Me duele la vida. ¿Cuándo acabará? La lámpara poco a poco va lanzando espadas en mis pupilas. Apagaré por hoy mis motores. Buenas noches, mundo cruel. Adiós, mundo cruel.