01 diciembre 2016

siento que es invierno, pero no

hace frío, pero no suficiente frío como hará pronto, cuando llegue el invierno. tengo escalofríos, aunque puede que sea por estas emociones, que también magnifican las sensaciones corporales. tengo una casi náusea corporal, una pólvora recorre mi cuerpo y acaba estallando en mi frente. hace frío.
me gusta mirar el cielo cuando está gris, y todo está oscuro, y parece que es casi de noche, cuando escucho a la gente mezclarse en las calles con la ilusión de buscar aún algo, cuando todo está perdido antes de que ellos estén ahí. es mejor el que nada busca ni nada espera y vive sin ilusión en algo ajeno, porque también vivirá con menos desilusión. esperar algo es morir esperando, aunque en estos días grises toda esa espera y esa pérdida inevitable resultan casi irrisorias, como cualquier cosa humana bajo este cielo tan oscuro. lo humano pasa de ser miserable a ser ridícula y simplemente insignificante.
no puedo pensar tampoco, porque estoy algo rota. soy como una cañería en mal estado que ha terminado por reventar y salpicar con sus aguas estancadas a todo lo que la rodea. me siento rara, como si se hubiera perdido también algo de fe en todo esto, pero no fe en los demás, sino en mí misma. la fe en los demás ya está perdida hace mucho, y eso hace que viva más tranquila, aunque parezca extraño. hace tiempo comprendí que no existen cosas en las que creí durante años y que muchas veces eran mi consuelo, como por ejemplo la amistad. al final, se trata de un contrato de intereses formulados sutilmente y en letra pequeña bajo el párrafo de la falsa incondicionalidad, y cuando esperas que los demás no sean así, puede que se rían de ti para recordarte que eres el único ingenuo que cree en algo. lo bueno de todo esto es que al final te quedas contigo mismo, y eres tú mismo quien sustituye a lo ajeno, por lo que aprendes a ser más independiente de los demás.
la fe que he perdido hoy ha sido la fe en mí misma, y que probablemente se recupere pronto, pero siento algo, sí. cuando perturbo mi propio equilibrio mental, es más desolador que lo ajeno. hay una fuerza de una magnitud brutal que tuerce mis muñecas, me desnuda y me expone ante mi propia humillación, ante aquélla autodestrucción masiva que como lengua lasciva lame cada poro de mi integridad mental.
sentarme y tomar el café caliente...el frío aglomerado en mis pies...
sin embargo, hoy hay algo extraño. siento que he hecho mal algunas cosas y que precisamente hoy me pesan, bajo este cielo gris donde nada más importa y todo queda reducido a partículas que intentan moverse con cierta coreografía sabiéndose insignificantes. no es momento para arrepentirse, porque no hay nada de lo que arrepentirse, pero sí para recordarme a mí misma que aquéllo que hago forma parte de lo que soy, que a la vez está implicado directamente en lo que hago, aunque en ninguno de los dos casos es una excusa cualquiera de mis equivocaciones. simplemente, me pesan mis errores, pero no me pesan los errores de ayer, ni los de mañana, me pesan los errores de hoy. concretizo mi propia frustración, y lograr cuantificarla hace quizás que esté menos enfadada con la explosión intensa que tengo dentro de mí y que es tan sensible al mínimo roce.
el tiempo pasa y muchos se quedan congelados, mirando esa pantalla del televisor, mientras se llenan los ojos de paisajes artificiales, y les agrada vivir en ese esperpento. precisamente porque miro desde fuera, me asusto mucho, porque veo una alienación masiva que me recuerda que debo tener más que nunca fe en mi misma, pero hoy en concreto, me he roto.
pero las horas en el reloj pasan. no hay nada que temer. no recuerdo por qué estoy aquí. me sacaron una muela de juicio, me dieron puntos, algo me duele, el nervio que pasa por varias estructuras hace que me duela más. algo de sabor a sangre, no sé, tomo antibiótico, pero puede que algo se haya roto ahí también, y como todo pasa, esto pasará también. no hay que darle más vueltas, es jueves, la tarde es como una noche, y se está bien, me gusta el frío, me está doliendo el hombro izquierdo por la postura que tengo al escribir ahora mismo, no importa, volver a este blog ha sido reencontrarme con algo perdido, es extraño, sí, pero está aquí. me encanta el olor a invierno, es como un despertar a la vida.
las horas del reloj pasan, y eso me calma. no hay nada más que hacer que esperar. ¿el qué? no sé, porque creo que he dicho que no hay nada que esperar. pero ah, me refería que no hay nada que esperar de la gente, de la vida en sí. puedo esperar la nada, puedo esperar simplemente nada, simplemente, esperar, por ejemplo: que el día de hoy pase. sí. esto puedo: simplemente, procuro mantenerme cuerda. pero hoy no puedo estudiar y ayer tampoco pude, y mañana no podré, pero tendré tiempo para recuperar, quizás. no hay que darle más vueltas: las horas del reloj pasan, desde que he empezado a escribir esto hasta ahora mismo, han pasado unos cuantos minutos.
se trata de esperar, a secas, sin esperar nada: que la noche sea ya, que mañana sea ya, aunque mañana no haya nada en concreto, simplemente, es mañana.