06 noviembre 2010

Te llamé esa tarde. Si hubieras cogido el teléfono, me habría hecho pasar por vendedora de alfombras a domicilio. Habría puesto un acento exótico, y mi nombre habría sido Mayasha. Ya habría encontrado yo la manera de hacerte creer que es imprescindible que compres mi alfombra, porque si no, me despedirán, y me tendré que volver a mi país y casarme con Hoshbayan, de setenta y cinco años, el cual me engendrará siete hijos que perecerán de malaria y yo me suicidaré de rabia y mi cuerpo flotará en el Ganges. A ti te habría dado lástima mi tragedia, y estoy segura de que por compasión, me habrías comprado la alfombra. Y entonces, al verme, me habrías besado y pedido que vuelva atrás en el tiempo y que me asfixie con el cordón umbilical para no existir nunca, pero yo me habría negado, sí, te habría dicho que todo eso es una farsa estúpida que no tiene ningún sentido, y que prefiero que mi cadáver se pudra en el Ganges antes de que mi vida se consuma a tu lado.

1 comentario:

J. dijo...

Me flipa como escribes capítulo II